11/18/2006

El Banco de la Muerte Mundial



Lamentamos decirlo así,

pero,

El banco de la muerte mundial

acaba de aprobar:

la destrucción

del Uruguay

del Delta del Paraná

del agua para muchos,

de la vida para muchos

y del mal de todos,

porque:


El agua es de todos,

porque,

todos somos del agua.


Porque,

simplemente

no será posible la vida sin ella.


Todos somos de la vida y necesitamos ocuparnos de ella. Necesitamos ver de que manera, desde nuestro pequeño lugar, con nuestra voz sin micrófonos frente a la de "los medios ¿de incomunicación?" podemos ayudar a la preservación de nuestro medio, el agua, el aire.
Creemos que no deben construirse pasteras en Uruguay, que deben cerrar las once que están en Argentina y que debe pararse con todo tipo de industria o emprendimiento agresivo o contaminante de nuestro medio en nuestro país, en el MERCOSUR, en América y en el mundo.
La empresa nos excede. Quien crea que puede aportar ideas será bienvenido.

Agitadores, abstenerse.

Nota: A quienes viven en la Ciudad de Buenos Aires les recuerdo que el agua que tomamos la sacamos de ese río que estamos contaminando.


Este mensaje es de las 6 AM del 18 de noviembre del 2006.

Un gran abrazo a todos los que nos acompañan.


Enrique E. Rodríguez Tosto
Fundación Reunión

11/17/2006

Crecer compartiendo el conocimiento

Este es un comentario enviado al Ingeniero Enrique Martínez presidente del INTI referido a su editorial de, Saber Cómo Nº 46, de noviembre del 2006. Ustedes pueden leer su nota en www.inti.gov.ar 0800-444-4004.


Crecer compartiendo el Conocimiento

Buenos Aires 17.- 11.- 2006.


Estimado Ingeniero, Enrique Martínez en su reciente editorial de, “Saber Cómo” usted se presenta con la idoneidad de los médicos que hacen falta en estos tiempos, para ayudar a restañar las heridas y los padecimientos que demasiados pueblos -¿serán todos en diferentes grados?- cargan sobre sus espaldas.
Usted hace un diagnostico en cual la enfermedad resulta ser, esa avidez, ese desenfreno por acumular, ese quererlo todo para sí sin repartir entre las mayorías las riquezas de los países. Por lo tanto, es ese brutal y embrutecedor desequilibrio, aquello que debe y necesita ser curado.
Por supuesto que semejante intervención, destinada a permitir la reconstrucción y a la cura del cuerpo social, exigirá pensar de un modo no tradicional. Seguramente eso es lo que aporta Cuba al proceso Venezolano, Salud y Educación, lo que en este nivel podemos decir que son una y la misma cosa. También aquí usted sigue actuando como agente de salud alentando, esperemos que todos aquellos que tengan pequeñas o mayores posibilidades de sumarse a este accionar lo oigan, a dar pasos firmes hacia la cura ya que, no habrá saludes individuales sin salud general. Usted sabe que la salud pasa por la educación, por la formación de un sujeto, de un cuerpo social integrado, lo menos escindido que sea posible. Para ello, se hace imprescindible un reparto de los bienes y una remoción de los males. En este escenario todos deberemos aprender a pescar pero además todos deberemos cuidar los río, sus aguas y los peces porque sino nos quedaremos sin ellos. Entonces para crecer no sólo deberemos cooperar unos con otros, crear redes, nuevos vínculos de cooperación -todos al fin hijos de esta tierra, atados a su destino- sino que tendremos que aprender a cuidar y administrar los recursos con los que contamos.
Coincido también con usted en que este emprendimiento deberemos llevarlo adelante actores de carne y hueso, nosotros con los otros, “los nosotros”. En lo que parecemos discrepar, y tal vez se deba a que usted no ha advertido en el buen promotor de salud, médico o curandero en que ha devenido, es en que no basta con una combinación de funcionarios públicos con empresarios privados. Estamos refiriéndonos a la necesidad de promover una curar, de fomentar la salud, por eso tal vez debamos entrenar miles de “operadores de salud” que cuenten con dispositivos que faciliten esta cura en todos los niveles posibles, que estimulen este desafío de crecer compartiendo el conocimiento y que puedan acompañar también al funcionario y al empresario en su tarea.
Sin dudas ese será el camino que necesita recorrer todo cuerpo, sea el social o ese, pequeño y efímero cuerpo de cada sujeto, cuando va en busca de restañar sus heridas, de terminar con las injusticias y los atropellos. Esos daños que, al perpetuarse en el tiempo, agravan su situación generando males nuevos e impensados.
Comparto y me sumo a su optimismo debido a que, se ve en cada uno de sus editoriales, se basa en el trabajo cotidiano, en el esfuerzo compartido y en ese poner todos los saberes y riquezas al alcance de los nosotros. Muchas gracias.


Enrique E. Rodríguez Tosto
Médico, psicoanalista, escritor, coordinador de grupos terapéuticos, de aprendizaje y de entrenamiento en descubrir el campo de lo impensado, coordinador del equipo de diagnóstico e intervenciones institucionales. Presidente de la Fundación Reunión.
http://www.fundacionreunion.org.ar/
http://fundacionreunion.blogspot.com/
http://espaciodepoesia.blogspot.com

10/28/2006

Guerra y verdad

He decidido, ante la negativa del diario página doce a publicar esta refutación del articulo de José Pablo Feinmann publicado en la contratapa de ese diario, colocarlo a disposición de todos ustedes en este espacio.

Gracias.



¿Cuál es la verdad que busca imponer Pablo Feinmann al permitirse garabatear un artículo en la contratapa de Página 12, “Guerra y verdad” en el que parece estar disertando sobre el sexo de los angeles? Antes de leerlo, esa noche mientras cocinaba un asadito en mi casa del Delta del Paraná, un lugar amenazado por las pasteras, esas fábricas de celulosa y de muerte, escuche por radio nacional que León Rozitchner
[1] junto a otros lanzaban un llamado de intelectuales judíos –al que adherían intelectuales de todas las religiones- en contra de la guerra. Un llamado a parar la guerra. Aquello que ningún ser humano debería avalar, la guerra, esa tremenda confesión de que se ha perdido lo más humano que tenemos, la palabra, la posibilidad de comprender, de negociar de hacer política no como una forma de continuar la guerra por otros medios, sino como una forma de elevar en lo humano, su capacidad de aceptar y tolerar las diferencias. En éste contexto “la Verdad” tal vez consista en aceptar que somos “lo efímero de la eternidad”. Eso parece no decirnos mucho pero dice demasiado, justamente por eso no nos alivia, pero tampoco nos crea ese clima de tomadura de pelo, de cancherito, que tiene el artículo de Feinmann, que se permite hacerse el gracioso, el “pícaro” con un acto que si bien marca una avanzada más del imperialismo, esa enfermedad, esa soberbia, que va dejando tras de sí un largo y sinuoso sendero de sangre, destrucción y miseria. No intentaremos, no es mi función de médico, saber quien fue el que tiro la primera piedra. Lo cierto es que la piedra fue arrojada. Esa es la verdad. El horror es la verdad. Entonces ¿cual es la pregunta que se hace Feinmann?
Debemos admitirlo, el titulo tiene alguna pegada “Guerra y verdad” debajo se ve a un vehículo blindado una tanqueta israelí avanzando por un terreno que parece desértico en el que, sin embargo, hay algunas plantas, señales inequívocas de la vida. Plantas pisoteadas. Vidas pisoteadas. La humillación y repudio de la vida, esa es la verdad de la Guerra. Forma parte de esta compleja verdad, de esta guerra con la que el imperio nos amenaza a todos, con ser invadidos, destruidos, aniquilados. ¡Todos! con esas bombas que destruyen los huesos de las personas sin quemarles la piel. El imperio, un sofisticado del mal que se transforma en el mal en si mismo. El imperio, esa enfermedad ante la que Feinmann se permite ponerse juguetón, inteligente, distendido como si no supiera muy bien lo que esta pasando. Una pregunta se me ha instalado ¿mira el señor Feinmann con buenos ojos esta guerra “contra el mal”? La banalización de la guerra propone una connivencia y con ella el fascismo que la impulsa. Estos no son ejércitos de cenizas sino otros que lo dejan todo bajo las cenizas. Con eso nos amenazan con regresar humillados, calcinados, a ese estado que todos, imperialistas o no regresaremos, ser tierra y en demasiados casos, en el de los asesinos, genocidas y cobardes, ni siquiera serán tierra enamorada.

Veamos algo de lo que dice el señor Feinmann.
Guerra y verdad
//
Por José Pablo Feinmann
Comienza diciendo en su artículo, Feinmann. En medio de las bombas, los misiles y los muertos, se abre paso –a veces desesperadamente una pregunta: ¿quién tiene razón? Les parece a ustedes que alguien en medio de semejante situación se ocupa de esa pregunta. Nosotros hemos vivido el terrorismo de estado. Lo sabemos, en medio del terror lo que uno quiere es que ese estado de cosas se detenga, que finalice. Sigue después una larga disquisición acerca de lo relativo de la verdad a lo cual, el señor Feinmann le dedica ciento setenta y nueve palabras. (179)
Comienza entonces el camino del desvío y, debemos pensar, del ocultamiento, dice el autor: La cuestión es: ¿cómo se establece la verdad? ¿Quién tiene la verdad o quién tiene la razón en Medio Oriente? Lo primero es dejar de entender la verdad como “buena”. La verdad no es la dulce y buena adecuación… y sigue. No señor Feinmann no nos interesa si la verdad es buena o mala, no puede interesarnos cuando hablamos de la guerra, de un genocidio, de un desastre de lo humano.
Busca aliados, cita a Foucault citando a Nietzsche de manera que el rastro de la cita se pierde y para colmo el señor Feinmann dice que Foucault dice que Nietzsche dice algo que no dice. En unas conferencias que dio en Río de Janeiro entre los días 21 y 25 de mayo de 1975, Michel Foucault buscó, una vez más, inspiración en Nietzsche para explicitar su concepción de la verdad.
A esto sigue una inesperada “confesión de parte”, Feinmann nos dice: Si no consigo establecer un par de señalamientos contundentes entre esas conferencias y los misiles de Israel, los muertos libaneses y las guerrillas de Hezbolá debería declararme derrotado, algo que posiblemente ocurra.
… Pero Foucault dice que para Nietzsche el conocimiento “es de la misma naturaleza que los instintos” (Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Gedisa, Barcelona, 2003, p. 21). Primera sorpresa: ¿no es que el conocimiento tiene que ver con la razón? ¿Qué tienen que ver aquí los instintos? Esto dicho por Feinmann debemos tomarlo como algo mal intencionado. El esta escribiendo en este diario “La Filosofía y el Barro de la Historia”, es decir que se trata de un conocedor, un erudito de la filosofía, él no puede alegar desconocimiento del sentido que tiene el concepto de “Instinto” en Nietzsche. Ya que no se limita a lo que Freud pone en el área de la pulsión y por lo tanto del inconciente, sino que implica las consecuencias en la forma de pensar y de actuar que estos conllevan. Sólo para poner un ejemplo casi al azar citaré a Nietzsche: … -tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo. Unos renglones más adelante agrega: Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. Y no sigo porque creo que queda demostrado como en Nietzsche los conceptos de instintos, cuerpo y razón van juntos ya que no son uno sin el otro.
[2] Tal vez el señor Feinmann intente convencernos de que existe una razón que no parte del cuerpo y sus instintos, y que alguna guerra, ésta, podría ser justa, quedar validada, por poseer la verdad.
El autor insiste en ese desvío que busca, dice: Meter aquí a los instintos le permite a Foucault sacar de aquí a la razón. Sacar a la razón le permite meter lo propio de los instintos: Se ve es él quien quiere sacar la razón de esta guerra imperialista que como todas es por más y más poder. ¿Quién puede dudarlo?
Y otra vez el sexo de los angeles: ¿Cómo se conoce esta guerra? ¿Cómo podemos conocerla? ¿Cómo podemos saber el modo de establecer una verdad en ella? Escribe Foucault: y sigue así embarrando su discurso, intentando ocultarlo. ¿Cómo se conoce esta guerra? Se conoce por la muerte que siembra, por la barbarie, el genocidio, el embrutecimiento y la perdida de los valores más humanos a que empuja.
Y sigue el esfuerzo por desviar la verdad inocultable de la guerra, dice Feinmann: El conocimiento es lucha. Hay, según suele decirse, “una lucha por la verdad”. ¿El erudito sabe lo que suele decirse pero no sabe lo que dice Nietzsche? Raro ¿verdad? entonces ya avanza decididamente sobre lo insólito dice: …Supongamos: los dos periodistas del caso Watergate. Esos dos hombres emprendieron una lucha por la verdad. Había una verdad y ellos lucharon por encontrarla. Se dice, también, “encontrar la verdad”. ¿Por qué? ¿Estaba perdida? Parece que desde hace mucho el que aquí esta perdido y, como dirían los pibes, “mal” es Feinmann que, como un inconciente insiste. Pero si el conocimiento es lucha, es violación, cada uno conoce para derrotar al otro. Para someter al otro. Esto es la guerra. ¿Quiere decir que el estado israelí quiere conocer bíblicamente al pueblo palestino? Los muchachos de la esquina dirían que se los quieren coger. Con perdón, si hace falta entre adultos, por la contundencia de la palabra.
Y luego algo de racionalidad: Cuál será la verdad en Medio Oriente? La verdad es la verdad del poder. La verdad es la verdad de quien tiene el poder de imponerla. Que, sin embargo, dura muy poco: De aquí que exista algo que podríamos llamar multipolaridades sin resolución. …en la guerra alguien tiene que tener la verdad, es decir, alguien tiene que vencer para que la guerra termine. No se puede decir de alguien que “casi ganó la guerra”. Las guerras se ganan o se pierden, y el que gana tiene razón e impone su verdad. Pero si el derrotado (aunque le sigamos matando milicianos, líderes, niños y poblaciones enteras) sigue peleando, no está derrotado. Ergo, tampoco lo está la verdad que defiende. Otra vez el laberinto ¿del Minotauro?
Nos acercamos al final donde el autor intenta no perder aquella apuesta que ha perdido hace tiempo: Los occidentales matan y creen ganar. Los árabes mueren, pero siguen peleando. …Hay lucha, hay violación, hay hostilidad, hay odio, hay muerte. Pero no hay verdad.
Para ser piadosos con el lector y no reiterarnos iremos a la última cita: En una reciente nota Robert Fisk escribe: “Es verdad. Nadie cree en nada en estos días” (Página/12, 21/7/2006). Una formulación perfecta: es verdad, la verdad es que nadie cree en nada. Y si algo, algo simple y mínimo, requiere la verdad, es que alguien crea en ella. Seguirá, entonces, la Muerte. Señor Feinmann ¿por que no lo dice claro de entrada? La verdad es que seguirá la muerte porque le es funcional al imperio, a su avidez, a su enfermedad de quererlo todo para sí. A ese imperio que usted parece intentar ocultar ¿Defender, tal vez?

Enrique E. Rodríguez Tosto
Médico, psicoanalista, escritor
Presidente de la Fundación Reunión.


ertosto@intramed.net
info@fundacionreunion.org.ar
www.fundacionreunion.org.ar

[1] León Rozitchner publicó en la misma edición de ese diario una nota en la que, de manera inequívoca comienza diciendo: No tomo partido sólo por el pueblo palestino sino también por el pueblo judío.
[2] Federico Nietzsche. Así Habló Zaratustra. Alianza Editorial. De los despreciadores del cuerpo pág. 60 y 61.


Quien quiera el artículo completo del señor Feinmann puede solicitarmelo o buscarlo en los archivos del diario.

10/03/2006

Esa otra materialidad


Y, al fin, no se de que abismos logre rescatarme,
comprender que necesitaba regresar,
no entregarme a ciertas tendencias melancólicas,
seguir luchando, construyéndome.

Somos seres efímeros.
Disponemos de un tiempo limitado para vivir.
El tono, la cuerda sonora en que lo transitemos
es nuestra responsabilidad, tal vez nuestra pequeña libertad.

Somos seres de tiempo y luz que vibra.
Rodeados por la gran oscuridad, por el gran silencio.
Necesitamos aprender mucho en poco tiempo.
Necesitamos comprendernos una pequeña unidad
integrada a la gran totalidad.
Comprender, generar esa luz que nos alimenta,
que nos permite seguir adelante.
Comprendernos siendo en un espacio tiempo efímero.
Llegar a saber que imaginar algo, intuir sus contornos,
comienza a hacerlo posible.
Todo hacer comienza en esa sutil idealidad,
en esa sutil e intangible materia que es imaginación.
De nosotros dependerá que logremos llevarlo
más allá, instalarlo en el campo de esa otra materialidad
que llamamos “realidad”.
Eso que no sabemos donde comienza ni dónde termina.

Enrique. 29- 08- 2006.

5/27/2006

Curandero de mi mismo






CURANDERO DE MI MISMO


Sólo poseo aquello a lo que
verdaderamente me he entregado.




Y entonces, al promediar la marcha
busque la ciudadela fundada donde nace el arco iris.
Esa, próxima al río Pachitea, de las aguas color de tierra,
atravesada por ese otro río de vapores y murmullo constante,
que corre sobre la roca calcinada. Pelada.
Allí hice ayunos, cante y bebí de las plantas hasta saciar mi sed.
Allí me vi y me sentí parte de la gran danza de la vida.
Allí nade hasta llegar a la piedra debajo de la cascada.
Después regrese a mi gente y a mis cosas.
no sabía si soportaría el peso de la visión que llevaba conmigo.
Nadie puede saberlo.
La historia de cada humano es la de la especie
tal vez la tarea de algunos consista en redimir,
en dar sentido y razón a la de todos los demás.
Hace falta agradecer el conocimiento, festejar cada inspiración,
son tesoros, hallazgos del transcurrir, dones tal vez.
Al final regresaremos a los brazos de la gran madre.
Esa que todo lo forma, contiene y recibe una y otra vez.




El Visionario


Buenos Aires 8.- 03.- 06.


La vida es un tiempo difícil pero
es todo el tiempo que tenemos.


Acerca del sentido de la vida. Necesidad de acceder a la visión.
Lo humano deviene a la existencia en tanto conciencia de sí, como recorte, como separación de una totalidad de la que, sin embargo, forma parte. Lo complejo para él consiste, justamente, en enfrentarse con aquello que lo define, su conciencia de ser, de estar siendo. Eso le genera la necesidad de buscar y encontrar un sentido para su vida. Seguramente será también por esta situación que puede desarrollar con facilidad una tendencia a la nostalgia, al sentimiento de que todo da lo mismo o su contraparte, una respuesta reactiva que lo empuja a una huida hacia el futuro, hacia el optimismo y el positivismo basado en la creencia de “un plan maestro” un destino de grandeza que le esta destinado inexorablemente. No parecen ser buenos senderos por los que transitar en busca de conocimiento. Sucede que al entrever, antes, al sospechar lo efímero de su existencia, lo humano siente que se le disuelve el piso debajo de sus pies, que se borronean los contornos de los objetos y todo sentido tiende a diluirse. Algo de este aire expresa con inobjetable maestría la novela, Cita con Rama de Artur C. Clarke[1]. En su ante último párrafo refiriéndose a los sentimientos tormentosos que experimenta uno de sus personajes centrales, dice: - Cuando Norton diviso Rama por última vez, una pequeña estrella viajando velozmente más allá de Venus, supo que una parte de su vida terminaba para siempre. Tenía justo cincuenta y cinco años, pero sentía como si hubiese dejado su juventud allá abajo… entre misterios y maravillas que ahora se alejaban inexorablemente, fuera del alcance del hombre. Por más honores y sorpresas que el futuro le brindara, durante el resto de su existencia le perseguirían una sensación de anticlímax y el conocimiento de las oportunidades perdidas.
Norton es el comandante de la flota espacial terrícola que ha estado observando aproximarse al sistema solar una nave intergaláctica que llaman, Rama la ha explorado y al final, ante el temor de los gobernantes de que lo humano sea invadido, sometido y destruido le han ordenado destruir Rama, cosa que ni siquiera esta cerca de conseguir con sus más avanzadas bombas nucleares. Más allá de estas especulaciones, Rama se acerca al sol, lo rodea a una distancia que nada de lo humano resistiría y sigue su viaje. Klarke describe la tremenda huella que esta experiencia de, no ya él como sujeto sino toda la humanidad, no haber sido tenida en cuenta en absoluto, de no importar, deja en su personaje. Queda planteada la gran dificultad a la que se enfrenta el comandante Norton que necesitará encontrar un nuevo sentido a su existencia, cosa que el autor deja entrever, le será difícil, prácticamente imposible. Antes lo tenía, era el comandante de la flota espacial terrícola, encargada de defender la tierra, pero cuando una nave se presenta, no solo se revela que no hubiera podido hacerlo sino que y esto tal vez sea lo más tremendo, descubre que lo humano ni siquiera ha sido considerado por aquella civilización mucho más avanzada. La constatación de semejante distancia, esa visión ha obrado, no como dadora de sentido, sino como destructora del mismo.
Albert Camus en el comienzo de su trabajo, El Mito de Sísifo, que subtitula, ensayo sobre el absurdo, enuncia que: -No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás vienen a continuación… indica el camino que el ser humano necesita recorrer en el que le es imprescindible encontrar una respuesta no sólo para desarrollar y desplegar al máximo posible lo más humano en él, sino para lograr sostener la vida. Juzgar que vale la pena ser vivida es haber encontrando un sentido, una direccionalidad, un porqué avanzar soportando las penas, todas y cada una de las pequeñas o grandes derrotas cotidianas que la vida le va inflingiendo a lo humano. Esta necesidad aumenta cuanto mayor es la libertad, la autonomía de criterios que se tolera asumir y los límites que un sujeto se atreve a rebasar “desujetándose” de costumbres, rituales y creencias del grupo en el que se ha formado. Aquellos que no se contentan con las respuestas y los límites subjetivos que le han sido dados deberán hacer frente a un importante trabajo de búsqueda y revisión. Allí donde los otros intentarán “conformarse” con lo dado y cierto grado inevitable de ocultamiento y mala conciencia. Eso no los pone a salvo de tropezar con la falta de sentido, ni les evita angustiarse. Nadie esta a salvo de tener que sufrir aquello que no puede resolver.
¿Cómo se podría tener la certeza de un sentido predeterminado que no demande una negación de la razón, si lo humano es, esta siendo, una parte ínfima de un universo en fuga, en expansión y transformación permanente? El trabajo de lo humano consistirá entonces en enfrentarse con los aspectos visibles, para él, de ese universo con los que deberá lograr el armado de un sentido que le permita organizar su vida para llevarla adelante sabiendo que habita en un espacio tiempo inabarcable. El resultado de ésta ecuación definirá no sólo la configuración que tomara ese sujeto sino que marcará la duración, la calidad, así como las complejidades e intensidades de las que participará[2].
Seguramente a lo humano le resultaría mucho más sencillo no ser, no verse enfrentado a la necesidad de producir alguna construcción o armado de sentido del que aferrarse. Federico Nietzsche en, El Nacimiento de la Tragedia[3], hace referencia a una vieja leyenda griega: - …el rey Midas había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno, acompañante de Dioniso, sin poder hacerlo. Cuando por fin cayó en sus manos, el rey pregunta qué es lo mejor y más preferible para el hombre. Rígido e inmóvil calla el demón[4]; hasta que, forzado por el rey acaba prorrumpiendo en estas palabras, en medio de una risa estridente: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugares para ti –es morir pronto.”
Si lo mejor, no ser, es imposible, lo segundo más fácil antes del suicidio que requiere de cierto armado, de cierta complejidad y la posibilidad siempre latente de fallar en el intento, será la brutalidad, la ignorancia, abrazarse a un mundo mágico, en el que sólo existe el bien y el mal, donde el mal será siempre lo diferente. El otro.
Podemos verlo la formación de un sujeto, de un individuo lanzado a la desesperada aventura de lograr la construcción de una estructura subjetiva que dé sentido a su existencia, que sea capaz de sostenerla, será siempre un trabajo complejo ya que necesitará enfrentar y resolver largas series de ecuaciones donde nada ni nadie puede asegurarle el éxito. A partir de allí el sujetando inicia un largo camino (que no es otra cosa que su vida) donde asechan todos y cada uno de los peligros imaginables. Ellos han sido exhaustivamente descriptos en los relatos mitológicos de los héroes. (Ver tema del pasaje del mito del héroe al del sabio)
Es de nuestro interés investigar los componentes indispensables para ayudar a conformar estructuras subjetivadoras capaces de permitir la mayor de las libertades. Se trata de una cierta capacidad “plástica”, de un dispositivo subjetivador capaz de amparar en él y permitir la configuración de sujetos a la cultura guiados por su propio impulso, por la fuerza y grado de salud de sus instintos, pulsión o deseo. Se trata de favorecer la existencia de sujetos capaces de asomarse a la visión del caos, de esas grandes mazas energéticas en movimiento, sin formas definidas ni límites mensurables sin desesperar, ni caer presos del horror, la angustia o cualquier tipo de enfermedad otorgadora de sentido por la razón elemental de tener que ocuparse de él, de ese pequeño recorte de la realidad que es él, ante la amenaza cierta de su existencia. Sujetos capaces de vadear los abismos de la locura y el suicidio sin precipitarse en ellos. Es decir sujetos que puedan sostenerse en su deseo en un espacio en el que no hay piso, techo ni paredes, sólo esa energía de la que forman parte[5]. La vida.
Nietzsche da su interpretación de aquello que hicieron los griegos con aquél relato popular que vaciaba de sentido sus vidas al mismo tiempo que los enfrentaba con la visión de ser en un universo en el que ellos eran, apenas, un error: - El griego conoció y sintió los horrores y espantos de la existencia: para poder vivir tuvo que colocar delante de ellos las resplandecientes criaturas oníricas de los Olímpicos. Un poco más adelante agrega: - Aquél pueblo tan excitable en sus sentimientos, tan impetuoso en sus deseos, tan excepcionalmente capacitado para el sufrimiento, ¿de qué otro modo habría podido soportar la existencia, si en sus dioses ésta no se le hubiera mostrado circundada de una aureola superior? … podría decirse que ellos invirtieron la sabiduría del Sileno, “lo peor de todo es para ellos el morir pronto, y lo peor en segundo lugar el llegar a morir alguna vez”. Se ve, ante la falta de un sentido único, lo humano debe buscar y tomar uno, necesita comprenderse en esa situación de ser parte de lo efímero de la eternidad. Soportarlo. En su rescate han ido desde tiempos inmemoriales toda creencia en la existencia de un orden, de un plan organizado por un ser todopoderoso y omnipresente dador de un sentido último. “Consistente”. Un creador que puede tomar diferentes formas pero que esta allí, al alcance de la mano para clausurar el abismo del absurdo que amenaza a lo humano con tragarlo o disolverlo en una implosión del vacío de sentido que genera la angustia.
Nuestro sujeto, nuestra criatura, apoyada en la mayor de las libertades posibles le diría al Sileno que lo peor para él consiste en no poder enfrentar la pregunta de si la vida vale o no la pena ser vivida. En segundo lugar, lo peor será par él, no encontrar o no poder construir una respuesta que, soportando la visión y la vivencia de una existencia sin formas precisas se base en el despliegue de aquellas capacidades más propias, elevadas y nobles que la vida adquiere en él. En tercer lugar lo peor será, a partir de allí, no atreverse a ser hasta la última de las consecuencias ese que en las visiones más profundas se ha deseado o soñado ser. Frente a semejantes cuestiones, la muerte, esa inexorabilidad que no es en absoluto un tema menor, pero que solo lo es para lo humano, palidece ya que no encontramos que exista mayor tragedia y dolor que la de vivir la vida sin amor y sin pasión.
Se ve, los problemas de lo humano se encuentran en la vida, consisten en todo aquello que debe enfrentar y resolver para darle un sentido que le permita llevarla adelante por el espacio tiempo. En ese transcurrir, la muerte sólo parece ser uno de los tantos momentos que debe afrontar ya que después, al entrar en ella y disolverse en el gran caldo de la existencia, al no ser, tampoco será su deseo, no existiendo en consecuencia la posibilidad de conflicto o sufrimiento alguno. Podemos concluir entonces, al menos por el momento que, la necesidad de buscar y encontrar un sentido para su vida constituye el gran desafío que lo humano debe enfrentar y que todos nuestros esfuerzos están enfocados a superar esa gran prueba y construir mapas, posibles caminos que ayuden a los otros a ir al encuentro de sus propias respuestas.
Que así sea.

Observación: Hay más material que seguiré subiendo. Por supuesto podremos debatir sobre cualquier aspecto de lo aquí expuesto. Este material puede ser utilizado mencionando la fuente.
Buenos Aires 29 / 05 / 06.
Enrique.

[1] Artur C. Clarke. Cita con Rama. Ultramar Editores. Primera Edición junio de 1975. Pág. 248
[2] También se juega aquí el grado de salud o enfermedad y, en caso de enfermar el estilo, forma y desarrollo de esa enfermedad
[3] Federico Nietzsche. El Nacimiento de la Tragedia. Alianza Editorial, Pág. 52
[4] Entre los griegos clásicos se trata e un ser intermedio entre lo divino y lo mortal. Nota del traductor en la obra citada.
[5] La película Matrix, principalmente la primera de sus tres partes, despliega con gran efectividad este concepto.