CURANDERO DE MI MISMO
Sólo poseo aquello a lo que
verdaderamente me he entregado.
Y entonces, al promediar la marcha
busque la ciudadela fundada donde nace el arco iris.
Esa, próxima al río Pachitea, de las aguas color de tierra,
atravesada por ese otro río de vapores y murmullo constante,
que corre sobre la roca calcinada. Pelada.
Allí hice ayunos, cante y bebí de las plantas hasta saciar mi sed.
Allí me vi y me sentí parte de la gran danza de la vida.
Allí nade hasta llegar a la piedra debajo de la cascada.
Después regrese a mi gente y a mis cosas.
no sabía si soportaría el peso de la visión que llevaba conmigo.
Nadie puede saberlo.
La historia de cada humano es la de la especie
tal vez la tarea de algunos consista en redimir,
en dar sentido y razón a la de todos los demás.
Hace falta agradecer el conocimiento, festejar cada inspiración,
son tesoros, hallazgos del transcurrir, dones tal vez.
Al final regresaremos a los brazos de la gran madre.
Esa que todo lo forma, contiene y recibe una y otra vez.
El Visionario
Buenos Aires 8.- 03.- 06.
La vida es un tiempo difícil pero
es todo el tiempo que tenemos.
Acerca del sentido de la vida. Necesidad de acceder a la visión.
Lo humano deviene a la existencia en tanto conciencia de sí, como recorte, como separación de una totalidad de la que, sin embargo, forma parte. Lo complejo para él consiste, justamente, en enfrentarse con aquello que lo define, su conciencia de ser, de estar siendo. Eso le genera la necesidad de buscar y encontrar un sentido para su vida. Seguramente será también por esta situación que puede desarrollar con facilidad una tendencia a la nostalgia, al sentimiento de que todo da lo mismo o su contraparte, una respuesta reactiva que lo empuja a una huida hacia el futuro, hacia el optimismo y el positivismo basado en la creencia de “un plan maestro” un destino de grandeza que le esta destinado inexorablemente. No parecen ser buenos senderos por los que transitar en busca de conocimiento. Sucede que al entrever, antes, al sospechar lo efímero de su existencia, lo humano siente que se le disuelve el piso debajo de sus pies, que se borronean los contornos de los objetos y todo sentido tiende a diluirse. Algo de este aire expresa con inobjetable maestría la novela, Cita con Rama de Artur C. Clarke[1]. En su ante último párrafo refiriéndose a los sentimientos tormentosos que experimenta uno de sus personajes centrales, dice: - Cuando Norton diviso Rama por última vez, una pequeña estrella viajando velozmente más allá de Venus, supo que una parte de su vida terminaba para siempre. Tenía justo cincuenta y cinco años, pero sentía como si hubiese dejado su juventud allá abajo… entre misterios y maravillas que ahora se alejaban inexorablemente, fuera del alcance del hombre. Por más honores y sorpresas que el futuro le brindara, durante el resto de su existencia le perseguirían una sensación de anticlímax y el conocimiento de las oportunidades perdidas.
Norton es el comandante de la flota espacial terrícola que ha estado observando aproximarse al sistema solar una nave intergaláctica que llaman, Rama la ha explorado y al final, ante el temor de los gobernantes de que lo humano sea invadido, sometido y destruido le han ordenado destruir Rama, cosa que ni siquiera esta cerca de conseguir con sus más avanzadas bombas nucleares. Más allá de estas especulaciones, Rama se acerca al sol, lo rodea a una distancia que nada de lo humano resistiría y sigue su viaje. Klarke describe la tremenda huella que esta experiencia de, no ya él como sujeto sino toda la humanidad, no haber sido tenida en cuenta en absoluto, de no importar, deja en su personaje. Queda planteada la gran dificultad a la que se enfrenta el comandante Norton que necesitará encontrar un nuevo sentido a su existencia, cosa que el autor deja entrever, le será difícil, prácticamente imposible. Antes lo tenía, era el comandante de la flota espacial terrícola, encargada de defender la tierra, pero cuando una nave se presenta, no solo se revela que no hubiera podido hacerlo sino que y esto tal vez sea lo más tremendo, descubre que lo humano ni siquiera ha sido considerado por aquella civilización mucho más avanzada. La constatación de semejante distancia, esa visión ha obrado, no como dadora de sentido, sino como destructora del mismo.
Albert Camus en el comienzo de su trabajo, El Mito de Sísifo, que subtitula, ensayo sobre el absurdo, enuncia que: -No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás vienen a continuación… indica el camino que el ser humano necesita recorrer en el que le es imprescindible encontrar una respuesta no sólo para desarrollar y desplegar al máximo posible lo más humano en él, sino para lograr sostener la vida. Juzgar que vale la pena ser vivida es haber encontrando un sentido, una direccionalidad, un porqué avanzar soportando las penas, todas y cada una de las pequeñas o grandes derrotas cotidianas que la vida le va inflingiendo a lo humano. Esta necesidad aumenta cuanto mayor es la libertad, la autonomía de criterios que se tolera asumir y los límites que un sujeto se atreve a rebasar “desujetándose” de costumbres, rituales y creencias del grupo en el que se ha formado. Aquellos que no se contentan con las respuestas y los límites subjetivos que le han sido dados deberán hacer frente a un importante trabajo de búsqueda y revisión. Allí donde los otros intentarán “conformarse” con lo dado y cierto grado inevitable de ocultamiento y mala conciencia. Eso no los pone a salvo de tropezar con la falta de sentido, ni les evita angustiarse. Nadie esta a salvo de tener que sufrir aquello que no puede resolver.
¿Cómo se podría tener la certeza de un sentido predeterminado que no demande una negación de la razón, si lo humano es, esta siendo, una parte ínfima de un universo en fuga, en expansión y transformación permanente? El trabajo de lo humano consistirá entonces en enfrentarse con los aspectos visibles, para él, de ese universo con los que deberá lograr el armado de un sentido que le permita organizar su vida para llevarla adelante sabiendo que habita en un espacio tiempo inabarcable. El resultado de ésta ecuación definirá no sólo la configuración que tomara ese sujeto sino que marcará la duración, la calidad, así como las complejidades e intensidades de las que participará[2].
Seguramente a lo humano le resultaría mucho más sencillo no ser, no verse enfrentado a la necesidad de producir alguna construcción o armado de sentido del que aferrarse. Federico Nietzsche en, El Nacimiento de la Tragedia[3], hace referencia a una vieja leyenda griega: - …el rey Midas había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno, acompañante de Dioniso, sin poder hacerlo. Cuando por fin cayó en sus manos, el rey pregunta qué es lo mejor y más preferible para el hombre. Rígido e inmóvil calla el demón[4]; hasta que, forzado por el rey acaba prorrumpiendo en estas palabras, en medio de una risa estridente: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugares para ti –es morir pronto.”
Si lo mejor, no ser, es imposible, lo segundo más fácil antes del suicidio que requiere de cierto armado, de cierta complejidad y la posibilidad siempre latente de fallar en el intento, será la brutalidad, la ignorancia, abrazarse a un mundo mágico, en el que sólo existe el bien y el mal, donde el mal será siempre lo diferente. El otro.
Podemos verlo la formación de un sujeto, de un individuo lanzado a la desesperada aventura de lograr la construcción de una estructura subjetiva que dé sentido a su existencia, que sea capaz de sostenerla, será siempre un trabajo complejo ya que necesitará enfrentar y resolver largas series de ecuaciones donde nada ni nadie puede asegurarle el éxito. A partir de allí el sujetando inicia un largo camino (que no es otra cosa que su vida) donde asechan todos y cada uno de los peligros imaginables. Ellos han sido exhaustivamente descriptos en los relatos mitológicos de los héroes. (Ver tema del pasaje del mito del héroe al del sabio)
Es de nuestro interés investigar los componentes indispensables para ayudar a conformar estructuras subjetivadoras capaces de permitir la mayor de las libertades. Se trata de una cierta capacidad “plástica”, de un dispositivo subjetivador capaz de amparar en él y permitir la configuración de sujetos a la cultura guiados por su propio impulso, por la fuerza y grado de salud de sus instintos, pulsión o deseo. Se trata de favorecer la existencia de sujetos capaces de asomarse a la visión del caos, de esas grandes mazas energéticas en movimiento, sin formas definidas ni límites mensurables sin desesperar, ni caer presos del horror, la angustia o cualquier tipo de enfermedad otorgadora de sentido por la razón elemental de tener que ocuparse de él, de ese pequeño recorte de la realidad que es él, ante la amenaza cierta de su existencia. Sujetos capaces de vadear los abismos de la locura y el suicidio sin precipitarse en ellos. Es decir sujetos que puedan sostenerse en su deseo en un espacio en el que no hay piso, techo ni paredes, sólo esa energía de la que forman parte[5]. La vida.
Nietzsche da su interpretación de aquello que hicieron los griegos con aquél relato popular que vaciaba de sentido sus vidas al mismo tiempo que los enfrentaba con la visión de ser en un universo en el que ellos eran, apenas, un error: - El griego conoció y sintió los horrores y espantos de la existencia: para poder vivir tuvo que colocar delante de ellos las resplandecientes criaturas oníricas de los Olímpicos. Un poco más adelante agrega: - Aquél pueblo tan excitable en sus sentimientos, tan impetuoso en sus deseos, tan excepcionalmente capacitado para el sufrimiento, ¿de qué otro modo habría podido soportar la existencia, si en sus dioses ésta no se le hubiera mostrado circundada de una aureola superior? … podría decirse que ellos invirtieron la sabiduría del Sileno, “lo peor de todo es para ellos el morir pronto, y lo peor en segundo lugar el llegar a morir alguna vez”. Se ve, ante la falta de un sentido único, lo humano debe buscar y tomar uno, necesita comprenderse en esa situación de ser parte de lo efímero de la eternidad. Soportarlo. En su rescate han ido desde tiempos inmemoriales toda creencia en la existencia de un orden, de un plan organizado por un ser todopoderoso y omnipresente dador de un sentido último. “Consistente”. Un creador que puede tomar diferentes formas pero que esta allí, al alcance de la mano para clausurar el abismo del absurdo que amenaza a lo humano con tragarlo o disolverlo en una implosión del vacío de sentido que genera la angustia.
Nuestro sujeto, nuestra criatura, apoyada en la mayor de las libertades posibles le diría al Sileno que lo peor para él consiste en no poder enfrentar la pregunta de si la vida vale o no la pena ser vivida. En segundo lugar, lo peor será par él, no encontrar o no poder construir una respuesta que, soportando la visión y la vivencia de una existencia sin formas precisas se base en el despliegue de aquellas capacidades más propias, elevadas y nobles que la vida adquiere en él. En tercer lugar lo peor será, a partir de allí, no atreverse a ser hasta la última de las consecuencias ese que en las visiones más profundas se ha deseado o soñado ser. Frente a semejantes cuestiones, la muerte, esa inexorabilidad que no es en absoluto un tema menor, pero que solo lo es para lo humano, palidece ya que no encontramos que exista mayor tragedia y dolor que la de vivir la vida sin amor y sin pasión.
Se ve, los problemas de lo humano se encuentran en la vida, consisten en todo aquello que debe enfrentar y resolver para darle un sentido que le permita llevarla adelante por el espacio tiempo. En ese transcurrir, la muerte sólo parece ser uno de los tantos momentos que debe afrontar ya que después, al entrar en ella y disolverse en el gran caldo de la existencia, al no ser, tampoco será su deseo, no existiendo en consecuencia la posibilidad de conflicto o sufrimiento alguno. Podemos concluir entonces, al menos por el momento que, la necesidad de buscar y encontrar un sentido para su vida constituye el gran desafío que lo humano debe enfrentar y que todos nuestros esfuerzos están enfocados a superar esa gran prueba y construir mapas, posibles caminos que ayuden a los otros a ir al encuentro de sus propias respuestas.
Que así sea.
Observación: Hay más material que seguiré subiendo. Por supuesto podremos debatir sobre cualquier aspecto de lo aquí expuesto. Este material puede ser utilizado mencionando la fuente.
Buenos Aires 29 / 05 / 06.
Enrique.
[1] Artur C. Clarke. Cita con Rama. Ultramar Editores. Primera Edición junio de 1975. Pág. 248
[2] También se juega aquí el grado de salud o enfermedad y, en caso de enfermar el estilo, forma y desarrollo de esa enfermedad
[3] Federico Nietzsche. El Nacimiento de la Tragedia. Alianza Editorial, Pág. 52
[4] Entre los griegos clásicos se trata e un ser intermedio entre lo divino y lo mortal. Nota del traductor en la obra citada.
[5] La película Matrix, principalmente la primera de sus tres partes, despliega con gran efectividad este concepto.